Adopción, filiación y adolescencia


Adopción, filiación y adolescencia* - Ines Rosales


Os voy a transmitir primero algunas ideas sobre la adopción en general, que he ido recogiendo a través de años de escucha a padres y a hijos de diferentes edades o momentos evolutivos, y de búsquedas y contrastaciones con otros colegas y con la propia teoría (en mi caso, es la teoría psicoanalítica la que me ayuda a pensar).
De entrada, una breve reflexión que trato de hacer siempre con los padres que esperan adoptar un hijo, y que, creo, es el fundamento de todo lo que vamos a decir: ¿Qué es filiar? Según el diccionario es: reconocer a un hijo como propio; inscribirlo con los apellidos, recibirlo, criarlo…En fin, podemos decir que es desear que ése sea su hijo. Estas definiciones tanto valen para pensar la filiación del hijo biológico como la del adoptado. Ya que, de acuerdo a esto, filiar no depende de un proceso natural; y eso puede ser la razón de posibilidad de la adopción. Es decir: hay padres biológicos que deciden (quizá forzadamente) no filiar al hijo nacido de ellos, y puede haber padres adoptivos que consigan filiar y amar como propio al hijo no nacido de ellos. Ya sea que filiemos al hijo del cuerpo propio o del ajeno, en ambos casos se tratará de un acto simbólico de reconocimiento, de nombre, y por lo tanto de amor.
En el animal se da un continuum entre acoplamiento macho-hembra y el nacimiento y crianza de los cachorros, porque allí: instinto sexual = instinto de reproducción = instinto maternal (hembras). Es todo un mismo hecho natural. En el humano en cambio, se ha producido un corte, una cierta pérdida de ese hecho natural por causa de la humanización o del lenguaje. En nosotros, todo esto está regido por el deseo y por el  lenguaje. Así, el deseo de hacer el amor, suele ser distinto del deseo de reproducir, y este puede ser distinto del deseo de filiar, es decir, de criar al niño que se ha tenido. En síntesis diremos que se ha producido un corte entre coito y filiación.
Pasemos a pensar en el niño/a adoptado.
Se ha dicho y he corroborado en mi práctica que no hay un perfil psicológico específico, del niño adoptado. Él/ella, como los otros, podrá ser un sujeto entre normal y neurótico- la mayoría de la población lo es; y quizá una minoría, como en cualquier otro caso, tendrá otra estructura más compleja, como psicosis o autismo, pero que no dependerá del hecho adoptivo en sí, sino de muchísimos avatares (claro que, entre esos avatares se cuenta eso que pasó en ese primer tiempo de la llegada al mundo de un infante…pero es difícil por no decir imposible saber con seguridad algo de ese tiempo)
Sí podemos decir que habrá situaciones vividas comunes a muchos adoptados, por lo cual habrá una serie de palabras que tendrán una especial resonancia para él/ella (y también para sus padres adoptivos); que sentirá que esas palabras lo nombran, hablan de él: abandono, o renuncia, no deseado por unos, muy deseado por otros, a veces maltratado. En algunos casos: negro, chino o cualquier otra denotación de una diferencia.
Y lo recuerde o no, esas palabras formarán parte de su lenguaje más íntimo. Claro que una palabra sólo tiene sentido cuando se combina con otras palabras. Por lo tanto dependerá de cómo se combinen estas palabras tan cargadas de sentido que trae consigo el niño adoptado, con las nuevas que le irán aportando los que serán sus padres que le han filiado, los familiares y amigos, que podrían así resultar unos efectos u otros: en los casos más desafortunados esas palabras podrían cobrar significado traumático o crear malestares o síntomas; o bien (en la mayoría de los casos) le permitirán reparar o modificar esas primeras heridas o marcas, e integrar su diferencia. Claro que, lo que acabamos de decir, es así…aunque no todo; hay que saber que siempre habrá algo particular de cada uno (niño), que escapará a lo que reciba del otro (de sus padres o del medio), algo que será solo de él; porque él es único, distinto de cualquier otro, como cada quien.
Por eso el psicoanálisi nada puede decir a priori. Sólo si el sujeto que ha sido adoptado, hace algún síntoma (malestar psíquico) en un momento (todos hacemos alguno, en alguna etapa de nuestras vidas) y recurre a un terapeuta, entre los dos podrán construir algunas hipótesis sobre la vida anterior a la adopción y la relación posible con sus malestares actuales (Serán sólo hipótesis pero tendrán una función terapéutica). Este saber que él construya, como en cualquier otro niño, tomará la forma de un relato individual, ya que la verdad histórica está perdida para todos.
Pero interrogarnos por nuestros propios orígenes es común a todos, porque queremos saber por qué vinimos, por qué nos quisieron traer, en fin: qué deseo nos ha constituido. Por eso cada uno inventa su “novela familiar”, que para Freud tiene más o menos esta estructura: cuando los padres dejan de ser los ideales de la primera infancia, el niño/a tiende a imaginar que podría tener otros padres mejores o más encumbrados, que algún día podría reencontrar. Moisés, Superman y hasta Jesucristo son, como Edipo, héroes con dobles padres. Y si bien esto no es literalmente así en todos, si es verdad que la mayoría de nosotros, cuando nos hemos enfadado o decepcionado de nuestros padres, hemos pensado que los padres de tal o cual amigo eran mejores, más comprensibles, más pudientes, etc. etc.: es decir, hemos soñado con tener “otros padres”
Para Freud esta división tiene como finalidad recuperar, en los otros padres imaginados, la parte idealizada que se ha perdido de sus únicos padres. Y es también la forma que el pequeño encuentra de negar el lazo sexual entre los padres, esa “escena primaria” que le causa desazón (si yo he nacido de otros, ellos, los de casa, no han tenido que hacer el amor!)
Y volviendo al niño adoptado ¿Cómo vive su “novela familiar”? Como todos, él también desdobla a sus padres. Sólo que este desdoblamiento tiene alguna coincidencia con la realidad. Él nació de unos padres más pobres, y si ya no era un bebé cuando iba a ser adoptado, también soñó con otros padres ricos que un día vendrían a buscarlo al centro. Y en su caso así ocurrió y lo hicieron su hijo legítimo.
Y si las cosas van bien, el niño convivirá durante tiempo con ese desdoblamiento, que le sirve para ver a sus papás que le han adoptado como completos e ideales; también él se sentirá completo.
Pero los ideales caen para todos, también para él. Y cuando crece y deja de ver a sus papás tan poderosos como los veía, y se enfada o se decepciona, es posible que intente invertir la cuestión: que empiece a pensar y tal vez a idealizar ahora a aquellos otros padres, casi seguro que desconocidos, pero que ahora tal vez diga “los verdaderos”, los padres biológicos, y hasta puede que piense en ir a buscarlos. En ese momento él intenta restituir el mito de la sangre, y tal vez apele a la relación natural o biológica entre padres e hijos, olvidándose de la evidencia de que, si hubo primero la renuncia de unos y la filiación por parte de otros, es que lo natural ya no manda allí. Sólo que él intenta pasar de una idealización a otra. Momento difícil, pues, sobre lo que volveremos.
Hasta aquí, esas ideas generales que os quería transmitir sobre la adopción.
Pero, si nos situamos en la clínica, escuchando a sujetos adoptados o padres adoptantes, oiremos a veces cuestionamientos y dificultades que parecen contradecir algunos de los postulados presentados:
Cuando trabajamos con ellos, si nos hacemos la pregunta: ¿Va de suyo filiar a un hijo, y este a unos padres de cuyos cuerpos no se procede? Sí, en la acepción de “inscribirlo con sus apellidos, nombrarlo”; no tanto ni siempre, en la acepción de “reconocerlo como hijo/padres”. Esto es sumamente complejo. ¿Por qué? ¿No decíamos que el imperio de la sangre es un mito, que ya no rige el instinto en los seres parlantes, sino sólo el deseo? Si, y es cierto. Pero, paradójicamente, esas  palabras que les pertenecen a los chicos adoptados, y que tanto resuenan también en sus padres, eso que es del orden del lenguaje, de un saber que poseen estos sujetos en juego, como: que son adoptados, que hay padres biológicos, etc., eso sí rige. Y, en el momento en que, por las razones que sean, aparece cualquier síntoma en el chico/a, o las  dificultades entre ambas generaciones al llegar la adolescencia, o conductas disruptivas o agresivas…según sea la gravedad de los mismos, la filiación como “tú eres mi hijo/padre” puede tambalear. Es decir, puede hacer que, padres e hijos adoptados se planteen el mismo dilema: sé que no naciste de mí/que no nací de ti ¿Cabe aquí un “menos”: eres menos hijo, sois menos padres…? (Estamos pensando en casos difíciles, desafortunados, pero hay que poder confrontarlos también)
Del lado de los padres, pueden decirse incluso: si ahora lo siento así, puedo “renunciar” a este hijo de otros, como antes los otros, sus “verdaderos” padres lo renunciaron? (son cosas escuchadas en la clínica! Si bien pocas, por suerte) Fijaos que aquí aparece otra dimensión de la “verdad” (subjetiva)- ahora ligada a lo biológico- contraria a la que antes había aparecido. Y aún más, si hay otros hijos- biológicos generalmente, o también adoptados- se piensa en ellos, que se han de proteger frente a la influencia de este hermano (ahora con letra cursiva…). Entonces, algunas veces- muy pocas, desde el punto de vista estadístico, pero que suelen crear alarma entre la gente que trabaja en  adopción y en general- algunas veces se concluye que ese chico/chica que no acepta los límites que la familia, la escuela o la comunidad impone…no lo hace porque, en verdad, no es su hijo (vuelta a la sangre, siempre desde el mito, es decir desde la palabra que se sabe). Y si no lo es (el hijo de sangre) puede entonces “devolverlo”, como se le suele decir cuando se lo acaba colocando a la Administración Pública (DGAIA) para que lo guarde y custodie en uno de sus centros de menores.
Del lado del hijo adoptado, también puede verse el mismo conflicto. Para empezar, si en nada ha consentido a las leyes/normas de los padres; si no ha podido hacerse con ninguna identificación a ninguno de sus ideales; si agrede sin cesar a la comunidad de acogida…es que no ha consentido la filiación: él tampoco ha adoptado a los padres. Y ahora, ante la máxima radicalización de la tensión y el desentendimiento con los padres, quiere él también dejarlos (es un entre dos) Generalmente el proceso se acompaña por parte del chico, con reiterados pensamientos y/o acciones dirigidas a reencontrar a sus genitores.
En cambio, en otros casos atendidos o conocidos (que son por suerte la mayoría) el síntoma o la dificultad del hijo adoptado, por grave que se presente en un momento determinado, bien, es el problema del hijo, de los padres y de la familia, y como tal se lo afronta, haciendo lo que se puede, como cada padre o madre en dificultades con su hijo, sea biológico o adoptado, siempre y cuando entre ellos se hayan filiado (lo cual no ocurre en todos los casos, ni siquiera en la paternidad biológica, como ya hemos dicho: también hay quién se desentiende) Del lado del hijo, suele haber la contrapartida de dejarlos hacer…de dejarse ayudar por los padres o por quienes ellos acudan: Es en estos momentos en que se habrá sabido si hubo o no filiación.
Para terminar, reflexionemos sobre algunas cuestiones más concretas que pueden darse o temerse cuando se adopta un hijo, y en lo observado durante el llamado seguimiento de los niños/as, ya en su hogar definitivo.
- La franja de edad- 0 a 3 años es la más frecuente del recién llegado (de ahí la importancia del libro sobre la experiencia en la adopción de niños mayores)
Es cierto que algunos pequeños adoptados- no todos- llegan a sus hogares con déficits en su desarrollo. Vamos a decir por qué algunos y por qué no todos.
Que un ser humano desarrolle su percepción, su inteligencia, sus afectos, no sólo depende de la maduración biológica, ni siquiera sólo de una normal alimentación. Sino del otro que le pide que crezca, que espera de él que se haga grande, que atienda, que entienda, que hable: es “el deseo del otro” el que también hace crecer. Y justamente porque desean al niño, y lo desean despabilado y en el futuro independiente, entonces lo estimulan de las más variadas formas. No hace falta saber pedagogía o psicología para hacerlo. Los padres o los cuidadores sencillos desde siempre han inventado juegos muy precisos para cada edad: “cinco lobitos”, “palmas- palmitas”, aparecer-desaparecer… tienen que ver con lo que toca aprender en cada momento evolutivo.
Puede ser que alguna vez llegue un niño adoptado con un problema neurológico, o cromosómico que justifique por sí sólo un retraso en su desarrollo, y también algún niño autista. Pero esto es lo menos frecuente, porque cuando los futuros padres adoptivos hacen las entrevistas con los equipos que harán su informe de idoneidad, entre todos trazan el perfil del niño que se quiere adoptar: edad y con o sin deficiencias físicas, mentales o sensoriales. Y eso suele ser respetado por los países dadores, en general (hay algún país que está peor en este sentido, como parece ser Rusia), con envío de informe pediátrico, etc.
Sin embargo es verdad que algún pequeño adoptado- aún siendo normal- no ha adquirido los ítems propios de su edad cronológica, porque, como se ha dicho, tal vez no han tenido esos otros que quieran eso exclusivamente para él, sino más bien cuidadores para el conjunto de los niños internados… Esto es algo que ha sido muy estudiado desde hace mucho tiempo: las investigaciones de Spitz tienen ya muchos años.
Pero en cuanto tiene un padre o una madre para él, que lo quieren y que le piden que crezca y le ofrecen cosas apropiadas para conseguirlo, entonces, si el niño tiene una estructura normalizada, no psicótica, suele comenzar a ganar terreno, y a veces de forma muy rápida por lo que he podido ver en mi práctica. Lógicamente en esto hay diferencias: un niño no es igual a otro, ni una familia igual a otra.
Pero también, y por las mismas razones, hay algunos niños adoptados que llegan prácticamente sin ningún retraso. Aquí, además de la cuestión de las diferencias individuales, ocurre que algunas veces estos pequeños han podido hacer algún vínculo personal con algún cuidador o con alguna familia sustitutiva que se le aporta hasta llegar el momento de su adopción, y conseguir a través de ese vínculo amoroso, aunque transitorio, lo que él necesitó para desarrollarse; y aunque luego el niño también tenga que hacer el duelo por esas figuras amables, se supone que habrá sido beneficioso para él y transferirá lo bueno de ellos a sus nuevos padres.
Y en el terreno más propiamente emocional, también veremos diferencias: hay niños cuya “matriz madre”, por ejemplo, ha sido muy hostil o abandonadora para él- aunque sea pequeño- En algunos de esos casos hemos visto rechazar en los primeros momentos a su nueva familia, a sus muestras de cariño. Porque él acopla esa “matriz” hostil a la madre que ahora lo filia y cree que es lo mismo que lo anterior…Tendrá que hacer un proceso de separación del dolor pasado, y de diferenciación entre ambas figuras…Lo mismo podría ocurrir con el padre, etc. En cambio, otros niños se apegan casi inmediatamente. En fin, niños distintos, experiencias singulares…más de lo mismo. Cada padre o madre deberá encontrar la forma de ayudar ese hijo/a que ha llegado.
- Los niños mayores
Otras personas o familias adoptan niños de más edad, digamos, en edad escolar. En estos casos, el niño o niña traerá más avanzada su evolución psicomotriz, lingüística y en parte su desarrollo intelectual, mejor o peor por lo que hemos dicho. Y por supuesto que, siguiendo las mismas razones que hemos expuesto, si hay el deseo y el interés de sus nuevos padres, y con la plasticidad propia de la edad joven, pueden obtener estas áreas, aún un avance mayor. Lo que no será fácilmente soportable para el niño, más si ha venido con una base escasa, es encontrarse con una exigencia desmedida y poco realista a veces, por parte de sus padres adoptivos; porque eso probablemente será interpretado por el chico como que no se lo está aceptando… finalmente sentirá que no se lo está filiando, ya que el hijo que están tratando de conseguir no es él o no es como él…
Un temor que aparece con frecuencia en la adopción de niños mayores es, en cuanto a lo emocional: que sean demasiadas las malas vivencias acumuladas y que el niño las conserve en su memoria. Lo primero, sí, es posible; es una cuestión de cantidad que está implícita en la adopción de un niño más grande; lo cual no significa que esas malas experiencias no puedan ser  habladas, y en tanto habladas, sustituidas, combinadas con nuevas palabras que el niño reciba, y entonces mejoradas. Sobre todo a partir de que por fin él es hijo de alguien que quiere ser su padre o su madre. Y el hecho que él sea capaz de recordar esas malas situaciones vividas, para nosotros que somos psicoanalistas de cara a un trabajo clínico con ese niño, nos da más margen que si están radicalmente olvidadas, es decir,  profundamente reprimidas.
Hay otra cuestión que a veces aparece también como temor en los padres adoptivos, tanto de bebés como de chicos mayores: es un resquemor respecto a la herencia de los padres biológicos. La transmisión hereditaria de los caracteres físicos es inevitable, incluso si han heredado alguna de las enfermedades de aparición tardía. Lo que sí  podemos decir es que en absoluto está probada la herencia de los rasgos psicológicos o de carácter. Cuando un niño se parece en una cuestión de carácter o de preferencias a sus progenitores o a sus abuelos, no se trata de herencia sino de identificación: el niño se ha identificado sobre todo en la medida en que el otro se lo ha señalado: “eres igual a tu padre en esto que haces”. Y bien, es posible que si el niño o la niña adoptada de mayor, ha vivido con su familia de origen, traiga algunas identificaciones… Pero las identificaciones también pueden sustituirse; o después de un trabajo analítico si hiciera falta, sabemos que quedan reducidas a una mínima expresión, a un solo rasgo, en este caso, de aquella persona que una vez fue su padre o su madre y le dejó sólo una marca…Lo importante es que los nuevos padres no lo fijen a un rasgo X de su familia anterior, si se lo conoce (Conocí un lamentable caso de “devolución” de una niña de 13 años: por miedo a que sea prostituta como la madre…)
Algo importante a tener en cuenta en la adopción: todos los niños, en realidad todos los sujetos, adoptados o no, en alguno o en varios momentos de la vida, hacen- hacemos- un síntoma: en la alimentación o en la escuela; alguna fobia, agresividad o disfunción sexual en la edad adulta, etc. Por tanto no podemos atribuir cada síntoma que pueda hacer el sujeto adoptado, al hecho de la adopción. Si hay un síntoma, y éste persiste y trae malestar al niño y a su familia, eso debe ser tratado. Y en ese tratamiento el sujeto, el niño, le irá encontrando significaciones a sus síntomas, puede que las vincule  a su vida anterior a la adopción, o tal vez al modo de relación con sus padres actuales. En fin, él encontrará, como todos, que si tiene un síntoma, será algo particular de él; que es un hijo adoptado, si, pero no es sólo eso; es quien es, distinto de otro; o tan particular como lo es cada cual.
- La adolescencia
Y para terminar, podemos pensar en este tiempo de la vida del chico adoptado; pero en la misma línea de lo que estamos diciendo. Para el chico adoptado, su adolescencia será un momento de crisis como para los no adoptados. Y lo que hace que la crisis de la adolescencia sea tan radical, que a su vez es lo propio de la adolescencia ¿qué es? Que el niño ha crecido y se encuentra con una nueva forma de goce, con una sexualidad distinta de la infantil, porque incluye al otro sexo. Que entonces sus padres dejan de ser ideales, y empiezan a ser cuestionados, entre otras cosas porque ahora sabe que él mismo podría ser padre o madre (altura!)…Que a veces esto toma un cariz tan dramático, que los  actos de riesgo son posibles, que la pulsión agresiva dirigida contra sí mismo o contra los otros es posible, que el abismo abierto entre el adolescente y sus padres es tan hondo, que, podemos decir sin equivocarnos porque la práctica nos lo confirma que, cuando el adolescente es un hijo adoptado, allí, en la adolescencia de ese hijo, como hemos dicho, se jugará la verdad de la filiación: es decir, se sabrá- après coup- si hubo o no filiación. En ese mismo cuestionamiento general, si el chico ha sido adoptado, también pondrá en cuestión su propia adopción; e insistirá en obtener “pruebas” del amor de sus padres adoptivos. Y así como los padres adoptivos muchas veces habrán achacado tal o cual síntoma del niño al hecho mismo de ser adoptado, ahora, en la adolescencia, probablemente sea el chico quien crea que por ser él un hijo adoptado, los padres no lo complacen todo lo que él querría, etc.  Pero ciertamente, eso es lo que hay que poder desmontar, tratar de quitar consistencia a esta idea de que los problemas se explicarán sólo por la adopción, porque no es ni mucho menos tan cierta…Porque si no, la propia rebeldía o el malestar adolescente contra los padres, podría conducirlo más fácilmente, como se había dicho, a idealizar a los “padres de sangre” y a decir que quiere irse con ellos, etc…Por mi experiencia, cuando las cosas son habladas y encauzadas en la familia o con ayuda si hace falta, el adolescente no suele plantearse ir a buscar su vida anterior…Lo cual no significa que no surja la curiosidad, que decíamos que sí; y que los padres llegado el caso tienen que ayudarlos a satisfacer. Pero eso es distinto de reclamar a los padres biológicos…
La adopción no es fácil, pero su éxito no es imposible. Entendiendo por éxito: que ese hijo adoptado pueda sentir que es alguien (lo cual es importante para cada uno), que se inscribe en una generación: ser hijo de unos padres, nieto de unos abuelos, a quienes él dará a su vez su propia descendencia. Y que sienta que puede hacer cosas en la vida.

Inés Rosales
Psicóloga Clínica y Psicoanalista

*Fuente: inesrosales.org 
Articulo extraido de www.serfamiliaporadopcion.org 
http://www.serfamiliaporadopcion.org/compartiendo/lecturas/articulos/8127-adopcion-filiacion-y-adolescencia-ines-rosales

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