Estas funciones las puede cumplir cualquier adulto, y un niño así cuidado puede sobrevivir.
Sin embargo ha sucedido muchas veces que a pesar de todos esos cuidados hay niños que han presentado un estado de tristeza, angustia y depresión (hospitalismo), pudiendo llegar a la muerte (marasmo).
De los estudios surgió que lo que les faltaba a esos niños que de alguna manera se dejaban morir, era el afecto y el amor con calidad de único y especial. Ese vínculo amoroso que sostiene la vida. Ese vínculo que solo generan aquellos que se ubican emocionalmente en el lugar de madre y padre.
El amor, la ternura y la caricia son necesidades básicas para el ser humano, y son las madres y los padres quienes pueden colmar esas necesidades.
El amor es esencial para la continuidad de la vida en el bebé recién nacido y también es esencial para el desarrollo psicológico y afectivo del niño y del adulto.
Los seres humanos necesitamos a lo largo de nuestra vida ser queridos y considerados únicos y especiales para alguien, es decir, necesitamos de un amor diferenciado.
Esta necesidad es vital en la infancia ya que es cuando se siembran la bases en la construcción de la identidad.
El amor diferenciado implica que hay al menos una persona que se ocupa de manera directa y continuada en el tiempo, de atender todas nuestras necesidades. Que ofrece palabras cariñosas y consoladoras, que abriga con abrazos, que peina con delicadeza, que reta con firmeza, que enseña de a poquito a hacer las cosas sólo, y que está presente y cerca cuando se la necesita, generando sentimientos de confianza y autoestima.
Los niños que se encuentran en instituciones como Casa Cuna o mini-hogares carecen totalmente de ese nutriente esencial para el desarrollo, que es el amor diferenciado.
Aunque se les prodiguen cuidados y afecto se sienten abandonados emocionalmente, tristes, enojados, desprotegidos y desconfiados. No pertenecen a nadie y nada ni nadie les pertenece. Deben aprender, como puedan, a cuidarse a sí mismos . Están en el mismo estado de indefensión y vulnerabilidad afectiva que tuvieron al nacer.
La única posibilidad que ellos tienen de lograr un desarrollo afectivo saludable y de tener un futuro con posibilidades es tener un amor diferenciado, es decir: tener una mamá y un papá.
Las personas que quieren adoptar temen a los niños que están en instituciones, les temen a sus historias, a sus reacciones, ven en los niños todo lo que traen pero no pueden ver todo lo que les falta. Y es allí donde es necesario mirar y apostar
Ser madre y ser padre no es tarea fácil.
Cuesta y cansa atender y cuidar a un bebé o a un niño o a un adolescente. Se necesita poder renunciar a aspectos de uno mismo para comprometerse e involucrarse completamente con otro ser humano.
Significa estar aprendiendo cada día.
Aceptar al hijo como un ser diferente y único que demanda y necesita nuestra energía para crecer.
Darse como madre o como padre otorga una intensidad en la vida y una trascendencia emocional que no puede lograrse por ningún otro medio.
Tenemos dos posibilidades:
o creemos que los niños institucionalizados
están atados a su pasado y condenados por ello;
o por el contrario creemos que tienen un mundo
de posibilidades hacia adelante y de la mano de nuevos padres podrán abrir las
puertas que aún desconocen.
Por la Lic. Judit Fraidenray
Psicóloga del Equipo Interdisciplinario de Adopción
Juzgados de Familia Mendoza
Extraído de Boletín
Informativo n°XIII –Marzo 2007
Registro Único y EIA Juzgados de Familia Mendoza
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