Fragmentos I



           (Del Libro Nuestros Hijos Reflexiones de una mamá adoptante)

  • ...En la adopción se expresa la capacidad que tiene el ser humano de reparar, de unirse entrañablemente a través del afecto, de construir un lazo filial y un proyecto de vida con quien desde lo biológico le es extraño; la posibilidad de comprender  finalmente que  el otro es igual a mí, aunque  sea distinto de mí.

  • ...Al que nos felicita por nuestro gran corazón, podríamos decirle que quienes decidimos recorrer este camino, deseamos simplemente tener un hijo. Nadie, más que los que no nos comprenden en absoluto, puede suponer que realizamos una obra de bien, puesto que nuestra necesidad de ser padres es tanta, como la del niño de tenerlos. Todos los que hemos ansiado alguna vez un hijo sin ver realizado nuestro anhelo, sabemos la angustia, el dolor, la frustración, la desesperanza, que esa imposibilidad nos hizo sentir. Solamente quien no pasó por esa experiencia, puede suponer que somos ángeles bienhechores. En realidad, partimos de la necesidad de satisfacer un deseo profundo, enorme, hasta ahora frustrado: ser papás. Sentimos que tenemos una gran capacidad de amor que todavía no pudo depositarse en un hijo, que necesitamos como casi todos los seres humanos proyectarnos en alguien, que queremos sentirnos completos dando y recibiendo el amor de un hijo, y esa falta nos llena de dolor. Encontrar el camino de la adopción nos hace felices, colmando y saciando el deseo inmenso de ser padres.

  • Soy simplemente una mamá adoptante. Todo lo que digo aquí expresa mis vivencias en relación con nuestra experiencia particular y la de otros padres que comparten esta realidad…

  • …creo que el conjunto de reflexiones que hizo nacer en mí la maternidad, puede ser compartido y resultarle útil a otras mamás y a otros papás, ya que la adopción despierta ciertamente los mismos miedos y preguntas, la misma alegría y emoción, a todos los que sienten profundamente el deseo de la paternidad.


  • …y sobre todo, hablar mucho, difundir, y explicar, para que se vaya abriendo paso, cada vez más, la idea de que se puede ser padre de un hijo amado aunque nuestra relación no haya comenzado entre pañales; de que brindarse sin reservas necesariamente da sus frutos; de que preparar a una personita lo mejor posible para la vida, es una de las tareas más hermosas que el ser humano pueda cumplir. Y más importante que cuándo se comienza, es saber que no se termina nunca, porque un hijo es para siempre, aunque no haya sido desde siempre.

  • Tengo una sensación de maravilla ante este milagro de la vida que es mi hijo, ese desconocido. Este que miro desde lejos, y al mismo tiempo desde lo más profundo de mí. Este que amo con todo mi ser, con todas mis fuerzas, con todo lo que tengo y de la mejor forma de que soy capaz. El es parte de mí, y al mismo tiempo, tan él…
  • Al encontrar el camino de la adopción, aprendemos que a un hijo lo hacemos y lo sentimos de otras maneras. No con el óvulo y el espermatozoide, sino a cada minuto y en cada hora de nuestro ser papás. En cada caricia y en cada juego. En cada sonrisa recibida, en cada abrazo compartido. En las noches en vela y en el agotamiento de cada día. En nuestros enojos, en sus berrinches. En lo fascinante de sus preguntas, en lo tierno, divertido y emocionante de sus respuestas. En la maravilla de verlos crecer, y saber que gracias a ellos, nosotros también crecimos.

  • ...Creo que es necesario hablar de las cosas que funcionan mal, de todo lo que duele y se desea modificar, puesto que sólo conociendo la realidad, podremos después mejorarla. Pero también quiero transmitirles a quienes anhelan ser padres, palabras de aliento, de apoyo y esperanza. Decirles a los que tímidamente quizá, se acercan a la idea de adoptar un hijo y comienzan a llenarse de preguntas: ¡Adelante!


  • El cómo y el cuándo hablar con el hijo, siempre ha sido una de las cuestiones que más dudas y temores provocaban entre los adoptantes. Esta realidad ha cambiado mucho, porque se han abierto caminos, ya nadie duda de que tiene que hablar con la verdad, y hay una mayor aceptación social acerca de las diferentes y posibles formas de familia que conviven entre nosotros. Sin embargo, desde los padres, siempre hay un sentimiento de preocupación acerca de cómo encarar con los hijos el relato sobre su propia historia.

  • Una vez entablado el diálogo, si él no es de preguntar demasiado, entonces cada tanto, retomemos el tema con naturalidad. Asegurémonos de que no quedó como algo extraño o confuso. Hablémosle con afecto y sencillez, pero sobre todo sin miedo. Sin asustarnos o angustiarnos por las cosas que puede llegar a decir. Tratemos de comprenderlo y de recordar en todo momento, que el amor mutuo que fue creciendo día a día, está allí, firme como una roca. Permitamos entonces que nuestro hijo exprese con libertad sus dudas, sus confusiones, sus angustias. Cuanto más libre sea para expresar lo que siente sobre este tema (y sobre cualquier otro), más seguro crecerá, y se sentirá indudablemente más contenido por nosotros. 
 
         Susana Dulcich


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