Cuando pensamos con ellos los estamos ayudando a construir



Cuando pensamos con ellos los estamos ayudando a construir

¿Qué necesita un niño para crecer saludablemente, además de amor y cuidados? Sin duda necesita desarrollar su autoestima, saber que él es importante para alguien, saber que él es valioso. Un niño necesita para nutrirse, no solamente nuestro amor, y nuestra mirada, sino saberse deseado, y esperado. Y estoy convencida de que esa es la verdad para todo niño, ya que aunque todavía no haya encontrado a sus padres, estos están soñándolo y esperando por él, en alguna parte. 
¿Por qué digo aunque no haya encontrado a sus padres todavía? Porque quienes engendran y nos dan la vida, a veces son sólo progenitores, no llegan a ser padres. Para serlo tienen que tener deseos y sentimientos de maternidad/paternidad, y ejercer este rol cotidianamente. Ser padres implica muchísimo más que engendrar y parir.
Y si consideramos que la palabra madre es sinónimo de amor, cuidados y protección, y que para una madre, lo más importante en la vida son sus hijos, si alguien le dijera a una criatura “tu mamá te abandonó”, estaría diciéndole que la persona que por definición era quien debía amarlo más que nadie, la persona para quien él debía ser lo más importante del mundo, lo desechó. No existe imagen más desvalorizante que ésta.  

Ciertamente hoy en día, ningún adoptante usaría esas palabras para hablar con sus hijos, y por más de una razón, ya que esa frase hace agua por todos lados de donde se la mire, sin embargo aunque el ejemplo sea extremo, sirve para pensar cuál es nuestra mirada hacia lo que los hijos vivieron, y cómo nos planteamos nuestras conversaciones en familia. Creo que es importantísimo que ellos sepan con qué intensidad fueron deseados y esperados, transmitirles nuestros sueños, contarles de nuestro enorme anhelo por tenerlos con nosotros.

He leído comentarios de quienes se preguntan si es realmente beneficioso evitar la palabra abandono al hablar con nuestros hijos de su historia, ya que, afirman, la realidad no desaparece por no usar esta palabra, y lo que callamos pesa más que lo que decimos. Que fuera de casa es esa la palabra comúnmente usada, y esto será seguramente lo que ellos recibirán del afuera.

Se me ocurren varias reflexiones con relación a este planteo. La primera es que nunca tenemos que olvidar la importancia de adaptar el contenido de nuestras conversaciones a su edad y madurez, porque claramente lo que les transmitimos no será recibido ni comprendido de la misma forma a los dos años, que a los siete o a los doce.

La segunda es que no se trata de hacer aparecer la realidad como menos desagradable de lo que es, evitando palabras, pero sí de analizar su alcance, de permitirnos cuestionar cómo se nombran las cosas y profundizar en el significado de las expresiones que usamos, conversando de todo esto con nuestros hijos, en la medida en que podamos hacerlo .

Desde mi punto de vista no puede considerarse abandono al hecho de que una mujer se separe de la criatura que gestó, cuando lo hace posibilitando la ayuda o el cuidado de otros. Pienso que esa palabra se corresponde con hacerlo sin procurar en lo más mínimo asegurar su supervivencia. Y en estos casos, así como cuando se ha ejercido maltrato, creo que lo importante para la salud de los hijos, es procurar entender mejor lo que han vivido para poder acompañarlos en sus sentimientos y emociones, para explicarles, para contenerlos, para poder pensar juntos.

La cuestión no pasa por endulzar una historia para que duela menos, ni pasa por disimular lo que pensamos verdaderamente, pasa más bien por tener una visión más realista de las relaciones humanas, sin idealizar ni condenar. Creo que, teniendo en cuenta en cada etapa sus posibilidades de comprensión, tenemos que reflexionar junto con ellos acerca de la realidad de los sentimientos de las personas, y las circunstancias que las llevan a dar determinadas respuestas a las situaciones vividas.

Estoy cien por ciento de acuerdo en que lo que callamos pesa más que lo que decimos. Pero de ninguna manera se trata de callar, no se trata de ocultar la realidad utilizando palabras menos duras, sino de tomar conciencia de que determinadas realidades son profundas y complejas, y merecen por lo tanto ser mejor comprendidas, pensadas y explicadas, en lugar de etiquetar o estigmatizar comportamientos.

También, que no por arraigadas en la sociedad, determinadas palabras o frases son las correctas o adecuadas. Se trata de entender el mensaje que hay detrás de cada expresión y si es el caso, cuestionar su uso, porque con ellas estamos transmitiendo ideas y conceptos que indudablemente no sirven para que nuestros hijos crezcan en salud y bienestar.

Tenemos que saber y comprender, que hay  situaciones e historias difíciles, en las que las personas dan la respuesta que en ese momento pueden dar. Y aun en el caso de que se haya ejercido violencia o maltrato, esto no tiene que ver con ser “bueno” o “malo”, sino con la incapacidad de esas personas que no pudieron, como adultos, superar su propia historia. Y esto no significa en absoluto justificar, ni disculpar. Significa comprender, significa entender las carencias, debilidades e incapacidades del otro, para poder superar dolores, para poder cerrar heridas, para valorar la posibilidad que tuvimos de recibir, y que quizá otros nunca tuvieron.

Cada historia es diferente, y cada hijo tendrá que entender la propia, y a medida que vaya creciendo, aprender a asumir, a procesar lo vivido y elaborarlo, a ir sanando lo que duele. Obviamente en esto no se puede hablar en general, porque hay experiencias muy distintas en la vida de los hijos que han sido adoptados por sus papás. Hay chiquitos que tendrán que superar la pérdida original de no haber sido incorporados como hijos por sus progenitores, y otros que tendrán que superar agresiones gravísimas. Aunque esto nos duela enormemente, esa es la realidad posible que las familias adoptantes tenemos que conocer y aceptar si queremos llegar a ser padres por adopción.

Pero también es una realidad, que nuestro comportamiento es parte fundamental de cómo vayan viviendo los hijos la aceptación y comprensión de su historia.

Por un lado, es importante que no tengamos sobre la adopción una mirada dramática, y que no carguemos con nuestros propios temores o angustias, la realidad que han vivido y viven nuestros hijos. A veces llegamos a comprobar que el enorme peso y la consiguiente preocupación por alguna situación, está más en nuestra mirada, que en su realidad.

Y por el otro, tenemos que tener la fortaleza suficiente como para contener, acompañar, brindar el apoyo que sea necesario, y tener la paciencia de esperar los tiempos de cada uno. Si ellos vienen de una experiencia dolorosa llevará tiempo poder superar cosas. Sepamos que a veces hace falta tiempo, y más tiempo, y todavía más tiempo…

Nuestro acompañamiento como padres tiene que adecuarse a las vivencias de cada hijo, porque no todos han tenido las mismas experiencias. Indudablemente algunas heridas son mucho más difíciles de cerrar que otras, y nuestra actitud como padres tiene que tener todo esto en cuenta. En la forma de estar junto a ellos, en la forma de hablarles, en los interrogantes que tendremos que compartir y en las explicaciones que tendremos que dar, para ayudarlos a construir su vida de la mejor manera.

SUSANA DULCICH

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